Oxigenar el pensamiento

Sí, hay que sacar la gravedad, me repetí una y otra vez. Porque con sólo sacar la gravedad -energía gravitatoria- se puede cambiar de un plumazo la vieja concepción tempo-espacial que desde hace cerca de 500 años domina nuestro sistema occidental de comprensión del mundo. Una y otra vez me pregunté: ¿Sacar la gravedad? ¡Por favor, qué disparate! Sin embargo, a los pocos días me encontraba sumergida en los comienzos de una profunda investigación que me llevaría a la creación de insólitas aventuras espaciales.

Por favor… busque un espejo que pueda sostener entre sus manos, colóquelo debajo de sus ojos enfocando al techo… y luego recorra libremente su casa. Allí brotará lo desconocido dentro de lo conocido, el universo simultáneo, ambivalente y fértil de su propia percepción. ¿Será ésta una antesala para replantearnos la convención reductiva heredada del espacio tiempo?


Oxigenar el pensamiento

Mil veces me he preguntado cuándo nació esta historia que en el tiempo me llevara a construir Nubes para movilizar consciencias.
E
s probable que fuera cuando siendo muy chiquita me enteré que la tierra se vendía o tal vez cuando me di cuenta que en la especie humana existían varias razas, o quizá sucedió cuando en 1980 un gen travieso y juguetón me convocó de urgencia a “sacar la gravedad”.
En verdad no lo sé, aunque sí tengo certeza que todos estos instantes puntuales y esclarecedores, fueron armando un cauce para reconocer el valor de las diferencias y la relatividad de las creencias de nuestras múltiples culturas.
Desde ese cauce fue fácil darme cuenta que a nivel humano no hay verdades sino sólo miradas diferentes y que todas ellas enriquecen la mirada de conjunto. También fue fácil reconocer que entre los millones de miradas y creencias, algunas enfocan la historia y otras la prospectiva, algunas surgen de visiones fragmentadas y otras valoran la unidad, el conjunto y la interdependencia entre los seres, el planeta y la galaxia, como camino para acceder a la supervivencia humana.
Hoy por hoy, y en pos de esta supervivencia, somos muchos quienes vamos echando mano a todos los recursos que se ofrecen desde el arte, la ciencia o la espiritualidad para acceder a nuevos planos del conocimiento, siendo el arte, por su ingrediente libertario, un camino de marcado privilegio.
Como artista asumo esta realidad y me hago cargo de un viejo refrán que dice “No le regales un pez, enséñale a pescar”. Por ello propongo brindar instrumentos para ampliar la mirada, renovar perspectivas y reencontrar horizontes, y así comprender lo que aún no tiene forma ni existencia en la memoria. Mi intención es aportar razón al corazón y corazón a la razón, como una manera posible de oxigenar el pensamiento.